lunes, 5 de marzo de 2012

Capítulo Tres - La voz del viento


Capítulo Tres

Un castigo muy común en el internado era hacer que los residentes se colocaran de rodillas sobre las chapas metálicas de las gaseosas, también conocidas como corcholatas; a mí me obligaron muchas veces, puede parecer algo pueril y sin ninguna repercusión física o psicológica, pero a quien así piense le exhorto a permanecer en esa posición durante cinco segundos, es más, no pido tanto, con dos segundos me basta para hacerle comprender.
Además, nos bañaban con chorros de agua helada y hacían que nos desnudáramos unos frente a otros, y nos tenían en el frío por horas, decían ellas, que para templarnos el carácter.
Nos encerraban en una celda por varios días cuando nos portábamos mal y nos tenían a pan y agua.
Hace algunos años conocí una persona que me comentó que cuando asistía a la educación prescolar, la maestra le encerraba atado por una cuerda dentro de un armario, creo que los abusos contra los menores no se limitan a lo sexual y tampoco a los orfanatos, en cualquier parte te puedes dar cuenta de esto, porque este mismo muchacho me habló de otra maestra que le dio doscientos golpes en las palmas de las manos con una barra de metal sólo porque había tirado una goma de borrar al piso.
Y un caso más, cuando su querido profesor del último grado de la educación primaria los dejó a todos castigados en el sol durante dos horas; les levantó el castigo cuando uno de ellos se desmayó por acción de la insolación.
El padre casi lo mata, no exagero, éste lo esperó en la escuela y cuando los niños se habían marchado, le encañonó con una escuadra que guardaba para ocasiones especiales como ésta y a punta de pistola hizo que abandonara la plaza.
¿Y sabes una cosa?, se lo merecía...
Muchos de quienes abusan de pequeños no tienen claro que esos indefensos niños tienen padres o hermanos e incluso, que crecerán y muchos de ellos pueden buscar la venganza.
Un caso así es el que te voy a mencionar: hace tiempo un profesor de matemáticas maltrataba psicológicamente a uno de sus pupilos y lo siguió haciendo durante muchos años, ridiculizándole frente a los otros, reprobándole, señalándole y cuando éste se sintió fuerte para enfrentarlo y tuvo la estatura necesaria, arrancó de una silla una paleta de madera y con ella le dio un solo golpe en la cabeza al tirano aquel, el cual quedó idiota y aunque sigue ejerciendo su profesión, ahora es de lo más cordial y permisivo; además terminó con parálisis facial.
No se debe caer en cualquiera de los dos extremos, no hay necesidad de estas cosas, sólo respeta a tus semejantes, aun sí sus estaturas son de un metro menos que la tuya.
La mayoría de los niños olvidan lo que pasó, o aparentan olvidarlo, pero ese maltrato los convierte en personas resentidas y se desquitan con alguien más.
Aunque el abuso cometido contra un niño no es el único factor incidente, también es cierto que puede influir de manera determinante en su conducta futura.

Las madres del orfanato poseían un amplio repertorio de castigos y para saciar todo su sadismo y desbordados apetitos, alguna vez nos ponían a que nos infringiéramos las torturas unos a otros, so pena de ser castigados del mismo modo. Amenazas psicológicas, castigos y abusos físicos y todo tipo de vejaciones fueron el pan de cada día en esos años.
Al cuarto de tortura, al que llamaban sala de rehabilitación para disimular, eran llevados aquellos chicos, que por su rebeldía eran considerados subversivos, el plan era ablandarlos para evitar cualquier tipo de levantamiento revolucionario en contra del orfanato.

En algún momento vi hombres elegantes que arribaban por las cálidas noches, estacionaban sus autos de lujo en una cochera especial que se había construido clandestinamente en una de las alas del edificio para dicho propósito. Había sido camuflada como una bodega para evitar cualquier tipo de sospecha de algún curioso que por accidente diera con ella, colindaba con un taller de mecánica automotriz por el otro lado, para que, de esta forma, quien quisiese acceder, lo hiciera de manera segura desde la puerta del taller y que quienes le vieran entrar, nunca les pasase por la mente sus secretas intenciones.
Cuando llegaba uno de estos autos de lujo, con su respectivo tripulante pedófilo, la Vieja Chichima sacaba un libro de fotografías, algo así como un catálogo y se lo mostraba; luego se dirigía a una de las habitaciones y traía a uno de nosotros, el cual era amenazado para que no hiciese ruido y lo tomaban de las orejas, era llevado con el extraño a un cuarto igualmente clandestino, donde había todo lo necesario para pasar una velada romántica. ¡Sí ya lo sé!, estoy siendo sarcástico, me refiero a lo que se puede encontrar en un paraíso erótico, de los que tanta promoción se ha hecho últimamente y que la mayoría conoce, aunque nunca los hayan usado, hablo de esos lugares donde hay todo tipo de juguetitos, videos y ropa para el juego sexual, no es un paraíso exactamente, pero si puede haber suficiente material para crear un infierno.
Los chicos nunca quisieron hablar conmigo de lo que allí sucedía, y tuve la suerte de que nunca me llamaran a mí, pero ahora que soy viejo y menos ingenuo me puedo dar cuenta que debido a mi fealdad fui excluido de un buen número de abusos más. Aunque me lo mascaba no quería aceptar lo que allí sucedía.
En realidad los niños estaban siendo vendidos a personas enfermas que pagaban y mantenían todo este teatro, y nunca lo supe con certeza, pero lo más seguro es que circulasen por allá grandes sumas de dinero, a juzgar por el nivel económico de las personas que utilizaban dichos servicios.
Las niñas también eran utilizadas y vendidas y quizá con mayor frecuencia, pero quienes abusaban de ellas eran mujeres que las ultrajaban, y la mayoría de las veces monjas viejas o una que otra señora de sociedad y raras veces algún hombre enfermito, aunque estos últimos preferían a los varones. No sé si sea verdad, pero escuché hace algún tiempo que tenía que ver con una costumbre de la Grecia Antigua, estos hombres habían hecho una idealización de los varones que se encontraban más o menos en la edad de doce a catorce años, me lo explicaron muy bien en su momento, pero ahora lo he olvidado; aunque por más argumentos que te de alguien que hace esto, no dejará por ello de ser un enfermo.
Hubo una ocasión en que llegó un político renombrado, no podía creer que ese personaje se hubiese presentado en este lugar, en esa ocasión llamaron a varios de mis amigos y a varias niñas y a todos los introdujeron a la misma habitación, a mí como siempre y gracias a Dios me excluyeron, no sé si por mi edad o por mi repulsiva apariencia, yo les pregunté a cada uno qué había sucedido; pero, al salir, no quisieron hablar en mucho tiempo.
Lo único que recuerdo es que mi compañero de cuarto, cuando regresó de allá, traía un fuerte olor a mierda y así se acostó sobre su cama. Quise cuestionarle acerca del asunto, pero sólo escuché un gruñido de su parte y luego unos sollozos; estuvo con la mirada perdida por una semana.
Pero, ¡basta ya de contar las porquerías que hacían otras personas! Si es de mí de quien quiero hablar y me he desviado de lo que me interesa; aunque, pensándolo bien, puede ser que de esto último que te he hecho partícipe, puedas sacar alguna conclusión acerca de mi destino final. De cualquier forma, queda como referencia y te sedo el derecho de publicarlo o guardarlo para ti, en caso de que lo consideres inapropiado, tú decidirás si sacas a la luz el lado oscuro de esa prestigiada institución.
No quería contar esto a nadie, me daba vergüenza y nunca hablé de ello. Tú sabes, es algo que no puede andarse diciendo a cualquiera, y hoy las circunstancias me tiraron de la lengua. Sólo espero que no me mal intérpretes y creas que estoy justificándome. Cuando tenía esa edad, aunque muy pronto vio la luz mi entendimiento, no conocía muchas cosas; aun así quería creer que existía un poco de bondad en este mundo y mi cerebro negaba las cosas que pasaban allá dentro. Incluso, después de salir del orfanato, nunca volví a pensar en él, hasta creí haberlo olvidado, no sé por qué lo estoy recordando hoy; será que nunca lo olvidé y esas imágenes permanecieron siempre atormentándome inconscientemente.
Quise olvidar y en honor a dicha falta de memoria, dejaré de hablar de esto, ya que, no tiene ningún sentido estar revolviendo en mi pasado. Sí, yo sé que fui quien lo mencionó, a partir de este momento enterraré ese recuerdo y no te volveré a hablar de él. Quiero decir, del tiempo del orfanato y de los horrores que allí sucedían, porque no hace falta valerme de los detalles para que tú comprendas, con sólo haberte dicho lo que pasaba, omitiendo todo lo demás, hubieses tenido una idea exacta de aquello, porque las personas no necesitan que les den detalles de algún hecho en particular para que recreen completamente toda la trama; aunque la mayoría de las veces se equivoquen por falta de datos —no siempre será así como te lo imaginas—, si posees la información esencial, seguro que te aproximarás bastante a lo que realmente ocurrió; si no, entonces crearás una completa fantasía equivocada, pero muy bien construida. Te he dado los datos esenciales y he omitido detalles intencionalmente, con ello no he hecho más que incitarte a imaginar lo que pudo ser una verdad; pero tuve cuidado con no desviarte de la realidad con datos superfluos o detalles innecesarios por grotescos e inmorales, sé que soy muy ignorante.
¡Sí lo soy!, no necesitas tratar de negarlo, yo me doy cuenta de mis limitaciones, pero eso sí, soy muy observador y puedo darme cuenta de la interpretación que resulta de no poseer datos exactos y para comprobarlo baste con decir que si Antonino —por mencionar a cualquiera—, ve entrar a un hombre en la casa de una mujer que vive sola, o que en ese instante está sola, inmediatamente creará en su mente una secuencia de imágenes de alto contenido sensual; lo gracioso es que la psique humana siempre crea este tipo de fantasías y excluye todo lo demás.
Por su cerebro ni siquiera pasa la posibilidad de que aquel hombre sea un hermano, un hijo perdido, alguien que fue a reparar un desperfecto, un extraño que le lleva una mala noticia, o cualquiera de las miles de probabilidades posibles.
El hombre siempre ve lo mismo, piensa que una vez cerrada la puerta, la mujer lo lleva a su dormitorio.
Quizá ese mismo hombre, ha estado con alguna mujer en las mismas condiciones y no lo recuerda y tampoco se da cuenta que en las repetidas veces en que ha sucedido, no lo han invitado al retozar entre las sábanas, sino, a la mesa y le han servido un plato de sopa; esto ha sucedido en la casa de su madre, en la de su hermana, en la de una señora que le contrató para que pintara una recamara —porque a esto se dedica él—, y en tantos lugares y situaciones diversas que ya ni las recuerda, pero eso sí, la señora de enfrente se llevó al extraño al dormitorio.
Sí amigo, así funciona la mente, y no es que esté enferma, simplemente buscamos y fantaseamos con lo que nos gustaría vivir a nosotros estando en el lugar del otro, no es lo que éste hace, sino, lo que uno desea para el propio goce inconscientemente; también la mente tiende a imaginar situaciones extremas, no imposibles, pero sí improbables que reflejan nuestros propios miedos, o deseos, que en ocasiones están ocultos hasta para nosotros mismos. Y lo paradójico es que donde realmente suceden esas cosas, no nos damos cuenta, como en el orfanato, apoco no es un buen ejemplo.
Y vuelvo a caer con lo mismo...
¿Me puedes disculpar por favor?