lunes, 5 de marzo de 2012

Capítulo Cinco - La voz del viento


Capítulo Cinco

No contaba con un solo centavo, ni siquiera para satisfacer las necesidades más básicas, el hambre mordía, sobre todo en esos momentos cuando los otros disfrutaban frente a mi algún delicioso bocadillo; entonces las sustancias intoxicantes eran mi fórmula mágica para soportar y tratar de olvidar las punzadas del vientre.
Sabes que te haces daño con eso, pero; ¿te puedo preguntar algo?, ¿has conocido lo que es el hambre y el frío?, ¿concibes lo que es soportar todo eso sin un paliativo que alivie el dolor, aunque sólo sea por unos momentos y cuando su efecto termine te sientes aún peor?
¡No…!, no creo que lo puedas imaginar!, para que sepas de lo que hablo debes haberlo vivido, si no, sólo tendrás ideas vagas de lo que podría ser una extrapolación de los pequeños intervalos de hambre que has sentido entre comida y comida.
Además, cuando estás en esa situación ya nada te importa, sólo quieres olvidar.
Nos cuenta el libro del Génesis que en otros tiempos, cuando Dios creo al hombre, fue generoso y no sólo le proporcionó alimento, si no potestad sobre las otras criaturas y una compañera que alegrara su vida. La historia es muy conocida y no es primordial que la tenga que reconstruir en sus detalles, sólo quiero referir el hecho de que cuando a Adán fue expulsado del Paraíso, se le predijo un duro destino, donde el pan sería ganado con sudor, sangre y lágrimas; sin embargo, había suficiente para todos, si luchaban por obtenerlo, pero el mismo hombre desestabilizó todo y ahora, personas como yo padecemos de hambre porque otros se comen o desechan lo que nos toca a nosotros, aunque ellos dicen que han trabajado y se lo han ganado, que si poseen dinero tienen derecho a desperdiciar los recursos, y si analizamos este sencillo problema, no observaremos nada nuevo, el descontento de la mayoría siempre tiene la misma causa, el abuso y la opresión que ejercen las clases altas sobre las demás, porque ellas destruyen el equilibrio, amasando recurso que podría ser utilizado y que queda estancado o es desperdiciado. Claro que no todos los casos son iguales, existen ciertos miembros de estas clases que por su capacidad de dirección y administración, logran que muchas familias tengan una vida digna, pero si me avoco a la acción del individuo, puedo ver que muchos tienen la misma actitud consumista en su vida privada, sea con alimentos, gasolina, papel, etc.
Pobres, no tienen la culpa, pues no comprenden; tal vez sí, pero no quieren ver la realidad.
La economía funciona igual aquí que en lo natural y ellos sólo hacen lo que el lobo que se apodera de su presa y deja que se echen a perder las sobras, mientras los otros animales se mueren de hambre.
Existe una ley que dice que lo que quites de un lugar forzosamente repercutirá en otro; si hay doscientas manzanas y doscientas personas, y le das a cada persona una manzana, a todos le tocará una manzana, pero, ¿qué pasa si diez de esas personas tienen poder para comprar una bolsa de manzanas y luego las dejan que se echen a perder?, necesariamente, algunas de las ciento noventa restantes o incluso todas padecerán de ausencia de manzanas por culpa de esas diez personas, que no supieron repartir equitativamente los recursos.
Y eso sucederá, aunque las otras ciento noventa tengan con que comprar manzanas, porque, si las diez llegaron primero, ellas se apoderarán de las manzanas y los demás no podrán adquirirlas.
A lo que quiero llegar con todo esto es, que el hambre del mundo la provocan unos pocos, esos que desperdician, lo que le pertenece a los demás.
No, ¿cómo puedes creer eso?, mis ideas nada tienen que ver con el comunismo, ni siquiera sé que es eso exactamente, no creo que cambie mucho destruyendo el sistema económico actual, pero si podemos mejorar el existente actuando cada uno con conciencia. Cuando estés a punto de desechar algo, piensa en eso, me dirás que nada puedes hacer, pero si todos pensamos así, entonces nos estamos quitando de encima una responsabilidad para con la humanidad en su conjunto.
Tú nada puedes hacer por un niño que vive en otro continente y no posee alimento para satisfacer su hambre del día, pero sí puedes contribuir a no desequilibrar más ese sistema.
No compres frutas que no son de temporada, ¿a dónde crees que las obtienen?
Si consumes lo que viene de otro país, ¿a quién crees que se lo quitan? Sobre todo si se trata de un país pobre.
¿Realmente crees que estás ayudando a los más pobres de ese país consumiendo y desechando su recurso alimenticio a cambio de un puñado de papel moneda?, ¿has escuchado de un concepto llamado inflación?, sabes ¿cómo se produce éste?
Nuestro país tiene hambre y todos se lavan las manos, nos engañan diciendo que el dinero que envían los trabajadores de otros países nos ayuda a tener una mejor vida, eso puede ser una verdad para unos cuantos, pero no lo es para todos.
Yo tuve hambre, a mí nadie me dio un dólar, no pude ir allá donde hay un sueño llamado América, sólo recibí ayuda de personas tan pobres como yo mismo y allí es donde está la clave.
Nuestro bien estar, para que podamos verlo, es necesario que tengamos conciencia en todas las cosas, no sólo en lo que se refiere a lo económico.
Cierto, sólo estoy presentando una cara de la moneda, pero es precisamente la que otros ocultan.
Ya sé que el sistema económico es muy complejo, pero cómo puedes exigir de mí, precisamente de mí, quien sólo te habla a partir de su corta y muy específica experiencia, aquella que se gana en calles, basureros y arrabales.
Si no contribuimos con algo a ese sistema slo somos parásitos, dirás, que puede contribuir un vagabundo como yo a dicho sistema, sin embargo, lo hice en mi pequeño mundo, no creerías cuantas bocas se alimentaron gracias a mi acción, y si todos uniéramos fuerzas, podríamos crear un nuevo futuro para nosotros mismos, pero para ello deberíamos ser menos egoístas, mira, de lo que hablo es de que nos ayudemos de vez en cuando, sin pedir nada a cambio, sin ver si el otro se está enriqueciendo o no, sin fines políticos o intereses de por medio, por ejemplo, usted señor médico que puede escuchar estas palabras y está a mi lado, porque no dedica un día a su santo y honrado trabajo sin esperar que le paguen su comisión y lo dona a las personas como yo, o como mis compañeros, si cada uno de nosotros hiciese algo así un día a la semana, imagina como fuéramos cambiando poco a poco este mundo, pero no, estamos llenos de corrupción, de malas intenciones, de crímenes, de maldad.
Dices que son utopías, sueños de un loco moribundo, pero quiero decirte algo, todas las grandes hazañas fueron antes sueños de locos como yo.
¿A qué viene esa pregunta?
Amigo mío, porque buscas mis errores en vez de encontrar mis aciertos y los sentimientos humanos que hay en mi corazón.
Es cierto, alguna vez tuve que robar alimento, pero si hubiese encontrado una mano que me ayudara a conseguirlo sin hacerlo, seguro me habría evitado esa vergüenza.
Sí ya sé, yo me lo busqué, pero, ¿por qué juzgamos los errores de otros?, ¿crees que no pesan sobre mi espalda esas lápidas vergonzosas? Aún con lo injusto de tus palabras, puedo decir que lo intenté; sin embargo, muchas personas no ayudan a sus semejantes cuando estos lo necesitan. Se esconden, evaden impuestos, si están en un lugar donde se recaudan fondos, roban; si ven algo tirado en el patio de una casa, se lo llevan; y si a alguien se le cae un billete, aunque el dueño esté a unos pasos, no se lo regresan.
¿A dónde iremos a parar como humanidad con esa forma de pensar, con esa manera de sentir, con ese poco amor por el ser humano que tenemos enfrente?
Me culpas a mí de ciertos crímenes pequeños, pero hay quienes comenten de manera legal crímenes mucho más grandes contra la humanidad entera, causando el hambre y la muerte de muchos.
¿Y a ellos quien les juzga?
¡No..., ya basta!, dignifica de algún modo tu forma de vivir y deja de juzgar.
Si ayudas desinteresadamente, verás como todo regresa a ti de algún modo en la vida.
Si brindas tu mano a alguien, alguno de ellos te ayudará, sabes que no siempre serás tú el que esté arriba, las aguas a veces cambian su nivel, imagina que mañana seas tú el que mendigue en la calle por un mendrugo de pan, mientras a quien lo negaste se ríe de ti.
Y si un hermano, amigo o alguien más están prosperando, no le envidies, ni le odies; alégrate por sus logros, cuando menos así serás menos desdichado.
Todos debemos cooperar de algún modo para que el sistema funcione y si alguien toca tu puerta siéntete feliz de que aún puedas ayudar a esa persona, eso quiere decir que no andan tan mal las cosas y que aún eres capaz de aportar algo al mundo.
Te has puesto a pensar lo que un solo acontecimiento puede influir en el futuro del mundo entero.
Te daré un ejemplo de la manera más breve posible:
Vives en una gran ciudad, estás sentado en la mesa de un restaurante de comida rápida del centro, unos niños juegan en la puerta, tú ni siquiera los miras, pasan unos minutos y uno de ellos llama tu atención, se ha quedado mirándote a los ojos fijamente. Ese chico tiene hambre, por tal motivo, en la noche, cuando esta necesidad se haga más fuerte pensará en asaltar a alguien, porque toda la tarde estuvo viendo a otras personas comer hamburguesas, ese chico quiere una, y en la noche intentará con un pequeño cuchillo obtener los pesos que debe pagar por ella.
Si alguien le hubiese invitado una hamburguesa, esa, la más pequeña, la más sencilla, él hubiera perdido la idea de asaltar, no hubiese pasado hambre, y se hubiera ido feliz a dormir entre la basura en la que ha vivido toda su vida.
Pero ese chico será asesinado esta noche, porque tratará de asaltar a la persona equivocada; un hombre que viene armado con una pistola, y en cuanto aquel intente sacar el arma blanca, el otro por un reflejo destruirá su ilusión por esa hamburguesa junto con su vida.
Y estuvo en tus manos evitarlo, porque ese niño se acercó a ti después de mirarte, y te pidió un pedazo. Fíjate bien, no te dijo: “cómprame una hamburguesa”, ni siquiera te exigió dinero, sólo una parte de esa hamburguesa que tú tiraste sin remordimientos, sin acordarte de él cuando terminaste de comer, y este chico desde afuera en una esquina a través del vidrio te vio tirarla.
Me dices qué importa la vida de un vagabundo, pero, en el destino de ese niño tal vez había sembrada una esperanza para la humanidad, quizá dios lo había mandado para hacer algo grande, pero se encontró con el camino cerrado y una sola acción lo borrara eternamente del mundo.
Él podría tener un regalo muy grande para dar a la humanidad y cambiar este planeta en algún sentido, podría salir de su indigencia en algún momento no lejano, ir a la escuela, terminar con honores la universidad, convertirse en médico, y ayudar a las personas que eran como él y cambiar muchas vidas; pero tú destruiste el flujo de ese acontecimiento con una sola acción, la de negar un pedazo de pan.
No continuaré diciéndote que si él hubiese sido médico y hubiera ayudado a muchas vidas y cada persona que hubiese salvado, habría tenido alguna repercusión en otras más y así sucesivamente.
Deseo que tengas conocimiento de que ese niño existió y tuvo la suerte de sobrevivir al atentado contra su vida, y hoy trabaja en una clínica que el mismo fundó para ayudar a las personas de bajos recursos.
Para que puedas comprender lo que una sola acción puede cambiar en el destino de la humanidad, sólo piensa en esto: cuando una persona lanza una idea, y la escuchan millones y estos modifican su actitud por culpa de esa idea, entonces ha cambiado el mundo, sólo imagina en cómo han influido en todo el planeta los cantantes, los líderes políticos, los líderes religiosos, y las personas que están en la televisión, ellos van creando este universo, y algunos lo hacen sin responsabilidad, dicen que le dan a la masa lo que desea escuchar, pero en realidad hacen que otros escuchen lo poco que ellos tienen que decir y vuelven esto una moda, o una demanda y otros siguen el mismo camino creando en conjuntamente una cultura de plástico, sin valores y consumista a un grado alarmante.
Sí, ya sé que me desvié del tema y lo que estaba contando era mi experiencia, baste poner este ejemplo como dato de cómo puede influir una acción o una persona en la humanidad entera, piensa en Jesús. Con ese nombre ya lo he dicho todo.
Continuando con lo que realmente me toca y sin más digresiones innecesarias, pues con lo mal que me siento creo no tener fuerzas para terminar mi historia, continuo con ella sin más vacilación, y como te decía querido amigo, mientras había calor dormíamos en la calle, luego, cuando venía el invierno, nos resguardábamos durante la noche en los puestos ambulantes. Esta ciudad en ocasiones, puede llegar a una frialdad que cala los huesos; otras se convierte en un infierno de verano.
Alguna vez, cuando el tiempo era muy malo rentábamos un cuarto de un hotel de mala muerte, donde nos metíamos a bañar todos y por unos pocos pesos, por compasión del dueño o no sé qué, nos dejaban pasar una noche fuera del frío, a condición de que al otro día lo dejáramos limpio; pero eso sí, le quitaban la cama y dormíamos tirados sobre el suelo, el cual debía ser desinfectado a conciencia al día siguiente. A veces también se compadecían de nosotros las comerciantes del amor y cuando sabían que estábamos en los cuartos iban a alegrarnos un poco la noche con sus risas, bromas y sus bailes exóticos.
La vida de la calle es mala, pero no lo es tanto cuando estás con tus amigos que son como otra familia; la hermandad de los desheredados, de los que no tienen techo, que terrible es la soledad, yo preferí siempre la indigencia con amigos a tener un techo para pasarla sin una compañía.
Quien viviendo en una familia unida por lazos de amor muy fuertes, haya tenido experiencia de carencias, sabrá de lo que hablo y podrá darme justa razón.
Pues el dinero a veces corrompe los corazones y la abundancia destruye lo espiritual y siembra en el alma un vacío que no se puede llenar nunca más a menos que vuelvas a perderlo todo.
Cuando no tienes tiempo para la familia, o los amigos, o tus hijos o hermanos, o para tus padres o pareja, porque estás muy ocupado con la televisión, un videojuego, o tu paquete de películas, o cualquiera de esas cosas superfluas que se inventa la gente que tiene techo y comida todos los días, para perder su tiempo, su dinero y su vida, cuando no haces tiempo para ellos echas a perder los momentos más importantes, que son los que vives al lado de los seres queridos.
Alguna vez, tú que tienes techo, y de seguro una televisión también, ¿has hecho una pausa para platicar con un hijo cuando te sientas a comer?
Seguro, ni siquiera das gracias a dios, pero eso sí, no puedes apagar el televisor y si tu esposa te habla, si tu hija necesita platicar contigo, encontrarás un pretexto para no contestarle.
Con mis amigos, en las pocas comidas que teníamos, éramos un equipo, jugábamos y reíamos, bromeábamos y nos comprendíamos, si uno de nosotros necesitaba algo todos cooperábamos de alguna forma para conseguirlo.
Esta es la manera que en el principio los hombres aprendieron para sobrevivir, a lo que se llamó en otros tiempos hordas o bandas de cazadores. Después, el ser humano aprendió a vivir en grandes aglomerados, huyendo de los demás, es de lo que hablo.
Ellos huyen de nosotros, porque saben que pertenecemos a otro clan, somos fuertes porque estamos unidos y si quieren atacarnos lucharíamos hasta la muerte.

Y si te preguntas si en nuestro grupo había mujeres, ¡La respuesta es sí!...; las había.
Algunas de ellas eran buenas chicas, otras no tanto, algunas estaban tan enfermas que ya no se daban cuenta de lo que hacían y vivían sólo para darle placer a la entrepierna, de esas eran quienes mis amigos buscaban en las noches frías para calentarse un poco.
Antes que digas cualquier cosa, escucha, cuando no te queda consuelo alguno, ni otro placer a la mano que éste, que es el más simple y el más espontáneo, tratas de prolongarlo de alguna forma y de que forme parte de todo momento memorable. Pero igual que cualquier otro goce, tiene su lado negativo, a nosotros los hombres nos debilita en demasía y así sin comida, no podíamos darnos el lujo de amar a nuestras mujeres sin tener fuertes repercusiones en la salud del cuerpo.
En mi caso particular, existía una fuerte razón que no me permitía estar con una mujer, tenía sus orígenes en los años del orfanato y yo siempre me apartaba.
A ellas y a las otras, las que no compartían sus encantos, a todas ellas las protegíamos como si fueran nuestras hermanas o nuestras madres, si alguno de los con techo quería abusar de ellas, no teníamos piedad.
Una gran cantidad de carros de hombres ricos y poderosos intentaban llevarlas con ellos para pasar un rato en un hotel.
Hombres malditos, no se daban cuenta que esas chicas lo que necesitaban era un plato de comida, y el calor de un hogar, no que las escupieran en el rostro con sus inmundicias. ¿Cómo alguien puede rebajar tanto a un ser humano, al punto de verlo solo como un objeto, sin importarle que le esté lastimando, que le destruya y que la persona sufra tanto, que esa es la razón de que ya no le escuche quejarse de los abusos?
Hace tiempo —se dice—, que se abolió la esclavitud, y que los derechos humanos te protegen para que nadie abuse de ti y supuestamente la tortura ya no existe, pero... entonces, ¿cómo le llamas a estas cosas?
Así es, esa es la famosa clase burguesa, la cual nos llama muertos de hambre, indigentes, mal olientes, desperdicios, lacras de la sociedad. Y ellos, ¿qué son ellos cuando intentan abusar de una de las nuestras?, ¿qué son ellos cuando agreden a uno de nosotros?
¿Cuándo niegan lo que les sería tan fácil de dar, porque a ellos les sobra?
Nos llaman drogadictos porque inhalamos disolventes ¿y ellos cuando usan cocaína, o cualquiera de las drogas caras?, esas que no podemos comprar nosotros, ¿qué son ellos entonces?
No defiendo a nadie, no quiero juzgarles yo, piénsalo y luego forma tu propia conclusión.